Cardenal Sandoval Iñiguez: como la Mano Negra

Por Alejandro Valenzuela


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Mi gran amigo Daniel (el Barry) Barrientos suele contar chistes, pero le salen muy salados. De todos los que ha contado, le reconozco uno bueno (muy bueno). El cuento va así. Un día la maestra llega al salón de clases y encuentra que alguien ha escrito en el pizarrón la leyenda: “Caca”. Luego le dice el grupo las siguientes palabras: “Una mano negra ha escrito esa impropiedad en el pizarrón. Como seguramente se habrá arrepentido, nos pondremos todos con la cabeza sobre los brazos y cerraremos los ojos para que el culpable pueda ir a borrar lo que escribió y no sepamos quién es”. Una vez que el salón queda en silencio, se oyen unos pasitos que se dirigen al frente. Todos están expectantes de las órdenes de la profesora, pero ella da tiempo a que el interfecto regrese a su escritorio y se ponga como todos. Cuando calcula que lo ha hecho, ordena que abran los ojos y para su sorpresa en el pizarrón hay una leyenda que dice: “La Mano Negra no se rajá: Pedo y Caca”.

Así como la Mano Negra no se raja, tampoco se raja el Cardenal Sandoval Iñiguez de la diócesis de Guadalajara. El mentado cardenal, olvidándose de la larga escolaridad que recibe un príncipe de la iglesia católica, ha venido hilvanando estulticias a diestra y siniestra. Una de las primeras fue preguntar a una reportera si ella quisiera ser adoptada por unas lesbianas o por unos maricones. Desde luego que sus críticos, que los tiene por montones, lo primero que le reprocharon es que esa enjundia hubiera mostrado con los curas violadores de niños, hecho que no es una hipótesis, sino una cruel realidad que la iglesia ha tratado de ocultar al grado de alojar en el Vaticano al Padre Maciel, ese monstruo degenerado, constructor de una de las organizaciones católicas más poderosas. De hecho muchos le reviraron preguntando sarcásticamente si alguien quisiera ser adoptado por Sandoval, un individuo particularmente feo, con catadura de degenerado. Es tan feo el señor cura que muchos se preguntan cómo es posible que una persona así, que no refleja ni la más mínima bondad, caridad o confianza, pueda conducir alguna alma al cielo.

            Luego, no conforme con eso, el cardenal acusó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación de recibir sobornos de parte del Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Desde luego que la Corte le mandó un extrañamiento (que es una cosa muy fuerte entre gente educada, pero conociendo la catadura moral del cardenal sus efectos serán mínimos tratándose de él) y Ebrard le puso una demanda civil allá en el DF. A pesar del plazo que se le dio para retractarse, el cardenal se montó en su macho, como la Mano Negra y aquí estamos, viendo a ver si las leyes pueden contra ese poderoso que se aprovecha del poder que le dan sus fieles.

            Otro que no se queda atrás en asunto de estulticias es Ulises Macías, el obispo de Hermosillo. Dijo don Ulises que aquí en Sonora lo de los matrimonios gays y la adopción de niños por parte de ellos no es un tema importante “porque en Sonora la situación es muy diferente al centro del país”. ¿Qué quiso decir don Ulises? ¿Acaso está atizando ese atroz regionalismo que día a día nos sale con la pendejada de que los “del sur” son portadores de todo lo malo y los de aquí lo son de lo bueno?

            Yo, que soy un sonorense de al menos diez generaciones comprobadas, certifico que esas creencias son puras pendejadas que están al nivel del chango y si el obispo se hace eco de ellas, está fomentando lo peorcito del noble espíritu sonorense.

            Un día de estos estaba mi hermano Moisés (el Pito) Valenzuela en las casetas de la calle principal de Vícam cuando llegó el Güero Chivero a tratar de hacerle plática. “Qué calor, ¿no Pito?” –le dijo el recién llegado. El día estaba a 45 grados a la sombra, y Moisés se le quedó mirando con esa mirada tipo basilisco que tiene cuando se enfurece y le contestó: “Mira Güero, si no tienes que platicar, mejor cállate la boca y deja de decir pendejadas”. Lo mismo le digo a don Ulises Macías.

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