AMLO en la Unison

Por Marcial Guerrero Tosalcawi


AMLO

Yo, que pocas veces dejo estos montes para ir al mar (a esa mar de gentes y carros que es Hermosillo), tuve tanta suerte que cuando llegué a la central del Tufesa me encontré a un amigo que me informó que Andrés Manuel López Obrador iba a estar en el centro de las artes de la Universidad de Sonora. Como mi agenda es en extremo flexible  (saqué el papelito donde apunto lo poco que requiere plan) y vi que me podía arrancar a esa reunión sin perjudicar las gestiones que iba a hacer (se trata de echarle el pial a un funcionario de la sagarpha para ver si sueltan la feria para comprar un lote de chivas).

Cuando llegué el auditorio estaba abarrotado (la arena estaba de bote en bote), aunque la verdad es que yo me esperaba una multitud mayor. Había allí unas mil personas que vitoreaban frenéticamente (la gente loca de la emoción) a su líder, su guía, su rosa de los vientos. Andrés Manuel López Obrador, sin embargo, aparenta que esa popularidad, esa fidelidad extrema de sus fans, no lo conmueve. Si fuera un poco totonaca pensaría yo que hasta se siente Benito Juárez. Casi se puede decir que ensaya su rostro sereno e impasible ante la muerte, como mirando a lontananza,  como escudriñando el futuro. El águila, juarista desde luego, preside sus arribos y critica la corrupción e ineficiencia de la clase política en el poder (la mafia, le llama él) desde el moralismo, la religión, el jacobinismo  y la intransigencia.

            Se imagina desde ya que el año de 2012 será el cuadrilátero donde se dirimirá el futuro de la nación (en el rin luchaban los cuatro rudos ídolos de la afición)  y se relame pensando que allí se verán las caras él mismo, López Obrador (el Santo), Enrique Peña Nieto (el Cavernario), el representante del PAN, el que no se le puede conocer de otra forma más que como el demonio azul (Bluedemon), y como relleno, así se imagina él, algún falderillo del poder que será mejor conocido como el Bulldog.

La gente se va calentando con el discurso. Corea (de corear, no del país asiático) que es un honor votar por Obrador, se deja convencer con frases racistas (“ha llegado la hora de que la raza de bronce de piel morena salve a México”, cuando se supone que para un liberal el color de la piel no importan y tanto puede salvar a México el moreno, como el güero, el amarillo o el rojo) o religiosas (“virgencita morena guía nuestro movimiento y cuida las urnas”).

El líder, por su parte, repite lo mismo de siempre (ya no importa si es cierto o falso): el robo de la presidencia por una mafia incrustada en el poder. Para este nuevo ídolo de las multitudes, todo lo que le ha pasado tiene que ser más grande que para ninguno. El fraude de 2006 empequeñece el de 1998; la corrupción, la represión, el oscurantismo, el abuso del poder son mucho más grandes y escandalosas ahora que en la época del PRI, el PAN es más de derecha que el PRI, los chuchos son más traidores que Picaluga (el que traicionó a aquel para quien la patria estaba antes que su padre) y para perder o para ganar no hay mejor candidato que él.   

A sus adictos no les importa que el priísmo haya sido lo peor que ha tenido México; si el líder dice que no es así, ellos están dispuestos incluso a defender la era del partido casi único como si lo mejor fuera volver al pasado. En calurosa discusión, un colado le decía a una persona adicta a López Obrador, allí mismo en el auditorio, que el movimiento no era de izquierda porque sus ojos estaban puestos en el pasado, en el nacionalismo.

Sí, decía la persona lopezobradorista, pero ¿qué es mejor, el nacionalismo que nos regresa la dignidad y la soberanía o el neoliberalismo entreguista y globalizado? Lo decía como esa esposa que cuando termina de comer el marido le pregunta: “¿qué te pareció esta deliciosa sopa que te preparé? ¿Verdad que no se compara con el asqueroso potaje que te prepara la otra?” Ni para donde hacerse.

Reconoció a unos personajes a los que ahora se les llama “los protagonistas” del movimiento de renovación nacional, personas que son como los testigos de Jehová, andan de puerta en puerta  poniéndole un número 1 a los que los pasan y se interesan en el “mensaje”, el 2 a los que no los pasan, pero que muestran cierto interés; el 3 a los que les cierran la puerta diciéndoles “gracias, ahorita no”; el 4 a los que de plano dan el portazo, y el 5 a los que además de darles portazo les mientan la madre y les ofenden al líder. Propuso, muy en su estilo, programar una reunión en la plaza pública para mayo. Viendo que no sabía cómo se llama esa plaza que los “de las resistencia” ha adoptado como su segundo hogar, Alfonso Durazo se levantó de su lugar y fue a soplarle que se llamaba Plaza de Zubeldía. Al ratito el tabasqueño se tropezó con otro nombre. Preguntó a los de la mesa que si dónde estaba (On toy, on toy, pareció decir) y le dijeron que en la Unison. Para sacarse la espina y desagraviar a la casa anfitriona, pidió un fuerte aplauso para la Universidad de Sonora.

El mitin (asamblea de evaluación, le llama él) alcanza su clímax (y la gente comenzaba a gritar, se sentía enardecida sin cesar) y algunos, ya perdiendo la proporción del tiempo se imaginaban en el 2012 y veían clarito cómo Andrés Manuel López Obrador ganaba (otra vez, dicen ellos) la presidencia y dejaba a sus adversarios tendidos en la arena política. La gente, desde luego hubiera querido cárcel o algo peor (métele la wilson, métele la nelson, la quebradora y el tirabuzón, quítale el candado, pícale los ojos, jálale los pelos, sácalo del rin), pero él no se va a detener en pequeñeces porque lo suyo es la regeneración de la patria, la salvación del pueblo, la renovación nacional…

Nota final: ya cuando iba de regreso, el chofer del camión se fue oyendo todo el camino a la Sonora Santanera y cuando llegué a Vícam llevaba revueltas la arena política nacional con la arena Coliseo. 

 

 
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