No sé si para cuando este ejemplar salga a la luz ya haya terminado la huelga en la Universidad de Sonora, pero aun así el tema merece dedicarle alguna reflexión porque no ha sido la primera y probablemente no sea la última y, en última instancia, es un tema que nos concierne a todos. Por principio de cuentas, una huelga no le trae nada bueno a nadie y mucho menos a una institución de educación. Ante un acontecimiento como este, todo
mundo tiene una opinión… pero también tiene intereses. ¿Cuáles son los intereses de la rectoría, cuáles los del gobierno del estado, cuáles los de los alumnos y, en fin qué opina y qué intereses tiene la sociedad sonorense?
La rectoría tiene el interés de mantener bajo control demandas que podrían desbordar los recursos que el estado está dispuesto a darle a la universidad. En el logro de ese objetivo, se han cometido arbitrariedades (como las violaciones específicas al contrato colectivo de trabajo) y se ha incurrido en prepotencia en el trato con los profesores que, se supone, son colegas de quienes ahora están en la administración y que merecen el respeto y
el comedimiento de esas autoridades.
Los profesores tienen el interés de que sus ingresos se incrementen, así como sus condiciones de trabajo porque el permanente incremento del índice inflacionario ha corroído el nivel de vida de todos aquellos que perciben ingresos fijos. No todos los profesores, sin embargo, están en la misma situación porque, hay que decirlo, en esa casa de estudios los que más ganan son los que menos trabajan. Los profesores de tiempo completo ganan al menos 20 mil pesos mensuales y tiene obligación de dar 9 horas de clase
a la semana. Los profesores de asignatura, en cambio, ganan cuando mucho 10 mil pesos mensuales dando un número muy superior de horas/clase.
Si la gran mayoría de ellos (de tiempo completo y de asignatura) no investiga y no abordo otras actividades (aparte de las relacionadas con la docencia como preparar clases, calificar, etc.), si no se destacan como especialistas de lo que imparten, si no se actualizan, entonces se erosiona la fuerza moral para  exigir mejores condiciones.
La gran mayoría de los estudiantes, por desgracia, están desinteresados en las dos cosas que definen a un universitario: la cultura y la preparación profesional. Se dice (y quizá es cierto) que arrastran atavismos desde la primaria (no trabajan duro, carecen de interés, no leen y carecen de razonamiento lógico) y que eso ya no se puede arreglar aquí. Sin embargo, tampoco ayuda ni al país, ni a la sociedad y ni a ellos mismos pasarlos con la laxitud con que con frecuencia se aprueban estudiantes en la universidad. Paséese usted un día por la universidad y oiga las conversaciones de los jóvenes (hombres y mujeres) y quedará impactado no sólo por la pobreza del lenguaje, sino por el uso de expresiones que antes sólo se les  oía a los arrieros en las cantinas. Sin la menor duda, más de la mitad de los actuales estudiantes podrían ser expulsados de la universidad sin menoscabo de la educación en México (y quizá hasta con ganancia).
Las autoridades del estado (gobierno del estado y congreso local), por su parte, tienen el interés de controlar lo que se hace en la universidad. Han ambicionado desde siempre (y aquí casi no importa el color del partidos que domine) la conculcación de la  autonomía universitaria. Quieren profesores dóciles que cumplan con sus tareas y que no ejerzan la crítica, que es consustancial al nivel educativo de ese sector y que está entre los derechos humanos más preciados. Esta huelga ¿a quién beneficia principalmente? Se dice con cierto fundamente que la rectoría no veía con malos ojos la huelga porque así presionaba al gobierno del estado a otorgar el presupuesto que la universidad necesita. El gobierno del estado, por su parte, veía en la huelga una oportunidad para presionar al congreso respecto al tema del presupuesto. Es decir, la universidad se convierte así en campo de batalla de grupos políticos que buscan promover sus intereses de cara a las próximas elecciones.
Así como el sindicalismo radical es pernicioso para las instituciones de educación superior, la visión burocrática es letal para el pensamiento crítico. El discurso de la derecha ahora en el gobierno es que se busca hacer de la universidad un centro burocrático de administración de saberes técnicos que prepare personas para el mercado de trabajo. Pero ese es puro discurso porque ni siquiera eso se está logrando bien. Si eso quisiera el gobierno, destinaría recursos suficientes para lograrlo.
Sin embargo, supongamos que es cierto (aunque ya sabemos que no lo es), sería un desperdicio de talento reducir la educación solamente a eso. Estudiar a los clásicos griegos, la historia, la literatura y las artes no es redituable económicamente como una ingeniería en sistemas, por ejemplo, pero alguna institución debe enseñar eso porque es la esencia de la cultura humana, y esa institución es la  universidad pública. Una persona culta es una persona crítica, y uno de los grandes objetivos de la universidad es el fomento de la cultura universal.
Los universitarios deben exigir que la Universidad tenga un presupuesto suficiente para cubrir sus altas tareas, pero también deben procurar una universidad responsable en sus propósitos esenciales: la cultura, la técnica, el saber y el profesionalismo. Se necesita de
una universidad que reconozca los legítimos intereses de sus diversos sectores, pero también se necesita una universidad donde esos sectores cumplan con su parte. Si la simulación ha sido la divisa hasta ahora, se necesita que los administradores administren con visión académica, no burocrática; que  los profesores sepan y enseñen como en las mejores universidades del mundo; que los estudiantes estudien y que los trabajadores trabajen. La promoción de los intereses específicos debe tener como base la primera obligación de los universitarios: hacer de la Universidad una institución eficiente y de muy alto nivel académico.

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No sé si para cuando este ejemplar salga a la luz ya haya terminado la huelga en la Universidad de Sonora, pero aun así el tema merece dedicarle alguna reflexión porque no ha sido la primera y probablemente no sea la última y, en última instancia, es un tema que nos concierne a todos. Por principio de cuentas, una huelga no le trae nada bueno a nadie y mucho menos a una institución de educación. Ante un acontecimiento como este, todo mundo tiene una opinión… pero también tiene intereses. ¿Cuáles son los intereses de la rectoría, cuáles los del gobierno del estado, cuáles los de los alumnos y, en fin qué opina y qué intereses tiene la sociedad sonorense?