“El Estado moderno no es más que un comité administrativo al servicio de la burguesía… La burguesía ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades, tan dolorosamente conquistadas, con la única e implacable libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, directa, brutal y descarada.” (Marx & Engels. Manifiesto Comunista)

No es que uno quiera caer en los viejos esquemas utilitaristas que le otorgan al Estado el simple estatus de órgano administrador de intereses económicos y abandonar las más amplias y respetables teorías de la moderna ciencia política, pero hay circunstancias en que los propios gobernantes ejercen una comunidad de intereses con quienes lo poseen todo al costo de que los demás no posean nada, que parecen empeñados en dar la razón a esas teorías esquemáticas. Digo esto porque con un descaro, una desvergüenza y un cinismo sin límites, los diputados eliminaron lo mejor de la reforma laboral para satisfacer los oscuros intereses de los líderes sindicales. En esa lucha se hermanaron líderes charros y neocharros, “democráticos” e “independientes”. Es una desproporción llamarle PRIAN a la conjunción del PRI y el PAN, pero en este asunto se vieron tan hermanados que parecían uno, unidos por los doce años de abstinencia presupuestaria del “Nuevo” PRI y la inminencia del desamparo del (este sí) nuevo PAN. Sin recato, los diputados priistas y panistas aprobaron mucho de lo que está en contra de los trabajadores (debe decirse que no toda la reforma es negativa ni para el país ni para los trabajadores) y quitaron todo aquello que afectaba a las burocracias sindicales. Ahora los patrones podrán contratar por horas y tendrán “flexibilidad” para contratar y para despedir, una maravilla que ya practicaban desde siempre a pesar de que la vieja e inútil ley laboral (empezando por el artículo 123 constitucional) garantizaban el derecho al trabajo e ingresos para que el trabajador y su familia vivieran “dignamente”. Usted no está para saberlo, ni yo para contárselo, pero si una universidad como la Universidad de Valle de México, que dice ella misma que está en el décimo lugar de las mejores universidades del país (¿cómo estarán las otras?), hace lo que le da la gana con los trabajadores (les malpaga, los maltrata, los amenaza y los despide cada seis meses menos un día para que no generen derechos), ¿cómo se portarán los otros patrones que no tienen ni siquiera ese seudo-prurito de la cosa académica? En México hay dos poderes fácticos unidos por una bisagra. Los poderes son los ricos y los líderes sindicales y gremiales. La bisagra es la clase política en la que participan unos y otros. Vea usted si no. Diez ricos concentran 123 mil millones de dólares, el 10 por ciento de todo el ingreso nacional. Ellos son Carlos Slim (Telmex y Telcel, 74 mil millones de dólares);  Germán Larrea (Grupo Minero México, 16 mil MDD), Alberto Bailleres (Minera Peñoles, 12 mil MDD), Ricardo Salinas Pliego (TV Azteca, Elektra, 8.2 mil MDD), Jerónimo Arango (Aurrerá, 4 mil MDD),  Lorenzo Servitje (Bimbo, 3.5 mil MDD), Emilio Azcárraga (Televisa, 2.3 mil MDD), Roberto González Barrera (Grupo Maseca y Banorte, 2 mil MDD), Roberto Hernández (fundador de Banamex, 1.2 mil MDD), Alfredo Harp Helú (Inbursa, un mil MDD). ¿Apoco no hay algo inmoral en el hecho de que diez familias puedan gastar diez mil dólares diarios durante 33 mil años mientras que diez millones de familias no tengan ni qué darle de comer a sus hijos por la mañana? No es criticable que unas cuantas personas sean inmensamente ricas si la familia menos afortunada de esa sociedad tiene al menos para satisfacer las necesidades básicas y algo más. Pero no, no es así y los “amos de México” tienen que asegurar sus privilegios usando todos los recursos posibles. Y uno de esos recursos posibles son los principales líderes sindicales y gremiales que trafican son los intereses de los trabajadores; esos personajes, que viven como jeques árabes, son también un puñado: Elba Esther Gordillo (SNTE), Napoleón Gómez Urrutia (Mineros), Víctor Flores (Ferrocarrileros), Francisco Hernández Juárez (Telefonistas), Carlos Romero Deschamps (Petroleros), Joel Ayala (Burócratas), Joaquín Gamboa Pascoe (CTM, trabajadores del DF), Valdemar Gutiérrez (Seguro Social), José Luis Rodríguez Salazar (Volkswagwen), Martín Esparza (SME), Gilberto Muñoz Mosqueda (Petroquímica) y Fernando Rivas Aguilar (industria del plástico). El frente externo (en el ambiente social de sus negocios), los ricos tienen a los políticos cuya función es, además de proteger sus propios intereses, proteger a los dueños del dinero y a los corruptos líderes sindicales (perdón por el pleonasmo). No se crea usted eso de que hay políticos que defienden a los trabajadores. Todos están en la movida del juego político que le han impuesto al país. Es un sistema y como tal necesita de aliados y contrarios (dentro de cierto margen), de apoyadores y críticos. Para que el circo (perdón, el sistema) tenga chiste, allá en la cámara unos están a favor y otros en contra, unos les aplauden desde la calle y otros protestan y arman bloqueos, pero todos ellos viven (y viven muy bien) del presupuesto. En el juego del poder no están solamente los del PRI. Están también (de manera funcional) los del PAN, del PRD, del PT, del PVEM, MC, NA y allí estará también Morena cuando se constituya en partido. Todos ellos  (ricos, líderes, políticos) tienen su interés supremo en este sistema político contrahecho y hecho para proteger esos intereses. Dicen los críticos a la ligera que el problema es el liberalismo y el neoliberalismo, pero erran el diagnóstico porque el problema es la ausencia de liberalismo. Si hubiera una real competencia en los mercados, las enormes fortunas no se hubieran amasado con el unto de la corrupción, el despojo y el abuso; si hubiera una real democracia representativa (junto a miles de asociaciones civiles) los políticos tendrán que ganarse el favor de los ciudadanos y no al revés. Si en verdad prevalecieran las libertades y los derechos humanos los corruptos líderes sindicales (perdón de nuevo por el pleonasmo) no tendrían secuestrados a los trabajadores, a los campesinos, a los gremios, ni traficarían con ellos y su trabajo. No es una cuestión de más estado o de más mercado. De hecho se necesita más mercado y también más estado. Pero más estado no quiere decir un estado más grande. Quiere decir un estado (quizá más chico) que atienda sus obligaciones básicas (otorgar seguridad, administrar la justicia y proporcionar los bienes públicos como educación, salud, infraestructura, cultura) y que tenga un programa eficiente y responsable para proteger y promover los intereses de los que menos tienen, de los indefensos.

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