En resumen, la propuesta consiste en destinar una tercera parte del presupuesto público federal a la niñez mexicana para darles educación de excelencia, alimentación nutritiva y abundante, salud de calidad y muchas actividades deportivas, artísticas y culturales, todo en escuelas de tiempo completo. En 20 años habremos transformado el país.

Esta propuesta se basa en una reforma de verdad que tenga como centro a la niñez mexicana. Los objetivos son los siguientes:

  • Impartir una educación de altísima calidad. Para ello, la palabra la tendrán pedagogos de reconocido prestigio en el diseño de planes y programas de estudio de los diversos niveles, desde la guardería hasta la preparatoria, privilegiando el razonamiento lógico, la imaginación y la innovación, así como el lenguaje oral y escrito y el razonamiento matemático. Esa educación debe tener como principios, los siguientes: el universalismo, la tolerancia, respeto a la pluralidad, la solidaridad, el respeto al medio ambiente, la competitividad, el espíritu de superación personal, la ética personal, laboral y profesional.
  • Profesores de excelencia. La evaluación debe ser un instrumento para detectar avances y carencias, y debe ser usada para planear los mecanismos de superación y no, como se hizo en el pasado, como instrumento de control laboral. Para lograr un alto nivel profesional, los profesores, con base en esa evaluación, deben tomar cursos y prácticas que mejoren su desempeño en el aula. Los ingresos salariales de los profesores deben ser suficientes para una calidad de vida que garantice plena satisfacción laboral y personal, y debe depender principalmente de su desempeño. Para ello, se deben tomar las siguientes acciones:

  1. Delimitar el ámbito laboral de los sindicatos, excluyéndolos de la selección de personal y, sobre todo, de la venta y herencia de plazas, prácticas que deben desaparecer. La selección de nuevos profesores (y de todo el personal) debe basarse en los méritos profesionales y académicos.
  2. Hacer obligatoria la evaluación, tanto directa como indirecta, pero despojándola de los propósitos de control laboral. La evaluación indirecta consiste en la aplicación a los alumnos de un examen diagnóstico al inicio del ciclo escolar y un examen al finalizar con fines comparativos para medir el desempeño de los docentes. La evaluación directa se aplicará a los docentes para que conozcan sus fortalezas y debilidades y puedan programar rutas de acción para superar las carencias. Estas mediciones serán la base de todo estímulo económico y salarial. Desde luego, que las evaluaciones deben ser responsabilidad de un organismo externo a las escuelas, como el INEE, que evite la simulación y la promoción de estudiantes que no hayan aprendido lo suficiente.
  • Escuelas de tiempo completo. Los niños llegarán a las 8 de la mañana y saldrán a las 6 de la tarde y, además de los cursos reglamentarios, tendrán manualidades, aprendizajesa técnicos, talleres productivos y actividades deportivas, recreativas, culturales, científicas y una sólida formación ética y de valores. Estas escuelas deben ser reparadas y habilitadas para atender a la niñez en condiciones óptimas. Esto incluye la construcción de campos deportivos, arreglo de baños e instalaciones para los que sufran alguna discapacidad. En los estudiantes de secundaria y preparatoria será necesario diseñar mecanismos de vinculación con el sector productivo.
  • Alimentación. Todos los niños de México recibirán todos sus alimentos en la escuela. Esos alimentos deben ser abundantes, nutritivos y balanceados. Las madres embarazadas podrán acudir a tomar desayuno, si así lo desean y lo necesitan. Esto se debe hacer sin ningún tipo de discriminación porque está demostrado que los métodos de selección salen más caros que las autoexclusiones.
  • Que se construya un sistema de clínicas pediátricas por regiones escolares. En esas clínicas se harán revisiones periódicas y obligatorias a todos los niños, se atenderán emergencias y se darán medicamentos. Habrá también atención ginecológica para mujeres ya embarazadas. Las actuales oficinas del DIF deben dedicarse a este sistema.

 

Destinar una tercera parte del presupuesto federal a la niñez es una medida radical, pero es la única posibilidad que tiene la nación de salir del atraso. Para ellos, se debe contar con lo que ya se destina a la educación. A eso hay que sumarle lo que se destina a todos los programas asistencialistas que no han sacado a nadie de la pobreza porque sólo refuerzan el círculo vicioso de la pobreza al limar el espíritu de lucha y de competitividad. Según un análisis del CIDE, hay 6 mil 489 programas en el país (150 en el nivel federal, 2,528 en el estatal y 3,811 en el nivel municipal) que reparten dinero sin criterios ni metas específicas. Eliminarlos no es una medida regresiva, sino revolucionaria porque no hay mejor ayuda para una familia pobre que los hijos reciban alimentación, salud y educación, con la ventaja de que en veinte años tendremos ciudadanos en plenitud de potencialidades.

El Estado debe ajustarse a las dos terceras partes del presupuesto por medio de una profunda restructuración que elimine el dispendio, la multiplicidad de funciones, la ineficiencia y que reduzca el tamaño del Estado en los ámbitos federal, estatal, municipal, en el congreso y los órganos autónomos y descentralizados.

En sucesivas entregas propondremos mecanismos específicos para lograr esos objetivos.

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