La desaparición de las delegaciones federales, como entidades de administración local, es un horizonte deseable por el dispendio que se da en esas entidades. Nombrar un solo delegado en cada uno de los estados es un adelanto. Como siempre, el problema no es emprender la acción, sino saber cómo se va a operar.

Hasta ahora ha habido muy poca información sobre el funcionamiento de la delegación federal. Por si acaso no tuvieran ideas, nosotros les vamos a regalar una en este espacio.

La primera medida debería ser que el delegado federal no maneje dinero directamente, sino que sea a través de la estructura del gobierno del estado. Es decir, si la Secretaría de Economía Federal invierte en el estado, que lo haga a través de la Secretaría de Economía del estado, y así sucesivamente.

La segunda es que se reforme la partida a los estados para que su uso no sea discrecional de los gobernadores, sino que venga etiquetado a obras específicas acordadas con cada gobierno estatal.

La tercera es que el delegado federal sea un vigilante de la distribución del dinero, de las obras realizadas y de las cuentas rendidas.

De esta manera, se fortalece el federalismo permitiendo que las dependencias locales, las equivalentes a las federales, atiendan todos los asuntos de los estados de una manera efectiva y de acuerdo a un plan de desarrollo acordado con las entidades.

Por ejemplo, ¿para qué se necesita una estructura burocrática para programas federales de educación y economía, si están aquí la SEC y la Secretaría de Economía Local?

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