Debe creerse que la propuesta de Andrés Manuel López Obrador, denominada con el nombre de Cuarta Transformación, tiene la pretensión de generar un cambio en México de la misma magnitud que la Independencia, la Reforma y la Revolución. Pero, como parece obvio, no basta con desearlo. Hay que emprender, también, las acciones para concretar ese cambio.

Parece ser que las acciones emprendidas desde el primero de diciembre pasado apuntan, unas a más de lo mismo, otras francamente hacia atrás y unas, muy pocas, hacia adelante, pero éstas últimas lo hacen con timidez, equivocando el rumbo.

En el todo el equipo de gobierno hay gente extremadamente inteligente, capaz y sensible a los verdaderos problemas de México (otros están allí por oportunismos o, simplemente, para pagar compromisos, como sucede siempre). Pero debe ser cierto eso que se dice, de que el Presidente es un hombre muy tozudo, que no oye a nadie y que quiere estar en todo. Eso dificulta el paso.

Una de las políticas que apuntan hacia todos lados, menos hacia el progreso, es la educación. Ya se sabe que la pobreza, el lastre número uno de México, es multifactorial. Parece ser un asunto meramente económico, pero influyen en ella aspectos sociales (la discriminación y la exclusión), aspectos culturales, políticos, regionales, en fin.

Los actores políticos actuales no están viendo hacia un futuro mejor, sino hacia sus intereses. El gobierno está tratando de quedar bien con “el pueblo” en un claro intento de reeditar con Morena los sesenta años del PRI en el poder (sobre todo los del priismo profundo); el SNTE está siendo el botín de la discordia entre Elba Esther Gordillo y los actuales dirigentes sindicales, y la CNTE quiere dos cosas nada más: primera, que el ingreso y promoción del magisterio no sea por exámenes, sino como ha sido siempre: por componendas y por venta y herencia de plazas, y segunda, que el sindicato controle al menos la mitad de las plazas.

Para ver la enorme distancia entre lo el gobierno propone y lo que debería ser, si se quisiera una solución de fondo, Lorenzo Meyer cita en su columna de este domingo 24 de marzo del 2019 en El Universal, a Platón (unos cuatro siglos antes de Cristo), cuyas propuestas estaban más avanzadas en temas de educación que la propuesta actual de la Cuarta Transformación, tan influida por la CNTE.

Dice Lorenzo Meyer que el filósofo ateniense pensaba “que era una obligación del Estado promover a todos sus futuros ciudadanos –ricos, pobres, hombre y mujeres–, desde su infancia hasta su juventud de una educación de calidad y sin distinciones de clase. Así pues, Platón vislumbraba que hasta su primera juventud todos tendrían una igualdad básica de entrenamiento, conocimiento y oportunidades. Con el correr del tiempo la igualdad inicial se iría transformando en desigualdad, pero ésta tendría como razón de ser no el patrimonio familiar, sino la capacidad, eficiencia y solidez del carácter de cada individuo, lo que finalmente redundaría en beneficio de la polis, del interés general.”

Es probable que Lorenzo Meyer esté inspirado (porque la conoce) en la propuesta que se hizo aquí en el Vícam Switch. En esa propuesta le recomendábamos al Presidente un plan para sacar al país de la pobreza en veinte años por medio de un proyecto que pusiera en el centro a la niñez y la juventud mexicanas teniendo a la educación como eje articulador y la alimentación y la salud como coadyuvantes indispensables.

Si le interesa esa propuesta, entre a www.vicamswitch.mx, vaya a la Edición Impresa y busque en la pestaña superior el Número 76.

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