“Le pregunté a Juanita si hay trabajadoras domésticas que hoy ganan 25 pesos por su trabajo. ‹‹Solo los niños››, me contestó. Sí. Así me dijo”. (Carlos Puig, https://bit.ly/2HVIHOY). Eso no fue el siglo pasado. La nota es de apenas este abril que culmina con el Día del Niño.
Millones de niños y niñas en México sufren abuso de todo tipo, explotación, discriminación, marginación y lo que a usted se le ocurra si el calificativo tiene signo negativo. De todos los abusos y maltratos, deben destacarse dos: el abuso sexual y la explotación laboral.
El abuso sexual
De acuerdo con la OCDE (de cuya autoría es el siguiente cartel) México ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil a nivel mundial.
No es raro que uno sepa de alguna niña o adolescente que fue violada por algún vecino, un familiar, los hermanos o de plano el propio padre. Es una monstruosidad y uno se siente así de pensar que esos seres deberían de morir en medio de los más horrendos dolores.
La verdad es que no tengo ímpetus criminales, pero celebraría con júbilo la muerte de un pederasta y mucho más si su muerte es en medio de horrendos dolores. Celebré la muerte del Padrote Maciel, pero lamenté que la bestia haya muerto pacíficamente bajo el manto protector del Vaticano.
La iglesia católica, que tanta experiencia acumuló en la tortura de personas, debería usar ese expertisse para someter a tortura hasta la muerte a quien haya violado o abusado (hay diversas maneras) a una niña, a una adolescente. Pero no. La iglesia se ha dedicado por décadas (¿o por siglos?) a proteger a sus curas pederastas, una verdadera plaga a nivel mundial que me obliga a preguntarme cómo gente de bien (me consta personalmente de muchos casos) todavía tenga ánimo de ir a misa a oír a individuos que te hablan del bien y de la moral, pero que, si acaso no son depredadores, ni por asomo se quejen o se sorprenden de sus miles de compañeros criminales (porque ese es un crimen, y de los peores), verdaderos monstruos incubados en su seno.
Ayer revisé el directorio de la Procuraduría de Justicia del Estado de Sonora. Una estructura burocrática gigantesca con resultados magros. El reglamento de la ley de protección a la infancia de Sonora (https://bit.ly/2KpKcHt) que está en el Diario Oficial del estado del 18 de agosto de 2016, es una retahíla de frases burocráticas. Los artículos 10, 11 y 12, sobre “medidas urgentes”, de dicho reglamento son de una generalidad espantosa, como si lo urgente fuera una excepción y no lo cotidiano en la vida de miles de niños.
Desde luego que la ciudadanía tiene su parte de culpa porque cuando alguien se entera de un hecho de esta (des)naturaleza, se calla, no denuncia. A lo mejor (es muy probable) que las autoridades no hagan nada, pero menos harán si no se denuncia.
Si sabe de algo, comuníquese con Wesceslao Cota Amador, el procurador de protección de la niñez en Sonora. Su oficina está junta a Unacari (Periférico Oriente 15, en los Naranjos); su teléfono es (662) 108-0605. Si él no lo atiende, intente con María Lizette Salazar López, la subprocuradora; si ella tampoco lo atiende, vaya con Tanhya Karina Burquez Guerrero, ella es la subprocuradora de protección a la niñez…
Esto es nada más en Sonora. Nos preguntamos cuál será la situación nacional de la infancia.
La pobreza
En México hay 40 millones de niños y adolescentes (menores de 18 años de edad). De ellos, 22 millones están en la pobreza (en consonancia con la proporción de pobres de la población total). Como en todo hay niveles, los niños en extrema pobreza son 7 millones y de ellos 5 millones padecen algún grado de desnutrición o mala alimentación. La pobreza extrema entre la población infantil supera el 50%, según el último informe de CONEVAL (https://bit.ly/2GXMHwZ).
No hay datos precisos, pero esa situación ha llevado a que cientos de miles de niños sean explotados laboralmente en todos los sectores y en toda la geografía nacional. Hay niveles de esclavitud en la explotación de niños en las minas, los campos de cultivo, en la servidumbre…
Cuando Morena ganó las elecciones de julio pasado, nosotros, el Vícam Switch, publicó un texto donde proponíamos un plan para salir de la pobreza en unos veinte años (www.vicamswitch.mx). Se lo tratamos de hacer llegar al presidente por todos los medios posibles (no desperdiciábamos la visita de algún personaje para enviar el documento). Si lo leyeron o no, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que el gobierno de la llamada cuarta transformación (ahí le quitaremos las comillas al final del sexenio, si lo merece), no ha emitido ni siquiera una declaración sobre ese terrible drama humano que condena a millones de mexicanos a estar en las catacumbas de la escala social porque la desnutrición no les permitirá aprender casi nada.
Como hay niños que comen bien, la brecha social, en lugar de cerrarse, se ampliará al grado en que tendremos un país de una pequeña élite privilegiada y una enorme población de desamparados.
Es cierto que en aquella propuesta del Vícam Switch, el gobierno, para darle educación, alimentación y salud a todos los niños, tendría que destinar a eso la mitad del presupuesto público federal (es decir casi tres billones de pesos). Ese era un problema porque ninguna burocracia, por revolucionaria que sea, quiere sacrificar dinero del erario para fines que no conlleven lucimiento y que no tiendan a consolidar su poder.
Sabíamos que el “sacrificio” era enorme. Se tendrían que suspender los planes asistencialistas (que no sacan a nadie de la pobreza, pero cómo hacen lucir al líder) y ahorrase los casi 300 mil millones que ese gasto significa; se tendría que reducir el congreso a 133 miembros (diputados y senadores), reducir los congresos locales, reducir las secretarías de estado de 18 a 5, reducir los gastos del gobierno en general. Quién sabe dónde teníamos la cabeza al pensar que la clase política (que es casi la misma desde la Colonia) iba a sacrificarse de tan aguda manera.
Ahora, como es el Día del Niño, volvemos (ingenuamente) a la carga, con una propuesta reducida. Que el gobierno federal apruebe un programa para dar a los 5 millones de niños más pobres del país, educación de tiempo completo (de 8 am a 5 pm) y de calidad, salud integral desde antes de nacer (implica atender a las madres desde el embarazo) y alimentación diaria (incluyendo los fines de semana).
Los dos primeros, educación y salud, se soluciona con una reorientación de lo que ya existe. El tercer objetivo, el de la alimentación, sería lo nuevo y requiere de un presupuesto especial. Si suponemos que darle de comer un día a un niño cuesta en promedio 100 pesos, darle de comer tres veces al día a cinco millones de niños por un año costaría 185 mil millones de pesos, 200 mil millones por las cuestiones operativas (una quinta parte de lo que cuesta el rescate bancario).
Se puede empezar seleccionando los núcleos de población de mayor pobreza en las 32 entidades federativas; acondicionar las escuelas y emprender desde ya ese proyecto que, en mi opinión, no puede esperar porque cada día que pasa es un niño más perdido para el futuro de la nación.
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