El autor de la magistral novela titulada La Guerra de Galio resume para nosotros (https://bit.ly/2xmnciU) lo sustancial del largo (22 páginas) y divertido ensayo de Bertrand Russell sobre la basura intelectual (An outline of intelectual rubish) escrito en 1943. En ese ensayo hay cuatro reglas que todos podríamos practicar y, si así lo hiciéramos, tendríamos una mejor discusión pública sobre los temas sociales que nunca, pero nunca jamás, admiten una sola interpretación.

Regla número uno. Si te enoja una opinión contraria a la tuya, quizá es porque no tienes buenas razones para pensar lo que piensas. Ponte en alerta antidogmática cuando te enoje una diferencia de opinión. Es probable que tu punto de vista va más allá de los hechos que la sustentan.

Yo agregaría a esta regla, lo siguiente. Si el contraste es fuerte, dale al otro el beneficio de la duda. Si la opinión del otro es evidentemente producto de la ignorancia, dale al otro la misericordia de la tolerancia.

Regla número 2. Una forma práctica de medir el tamaño de tu dogmatismo es frecuentar círculos, o leer textos, de gente que piensa lo contrario que tú. Si la gente (o el texto) que piensa distinto te parece “perversa, mala o loca”, probablemente tú les pareces lo mismo. A eso sigue una fórmula axiomática: las opiniones encontradas de ambos pueden ser ciertas alguna vez, pero no pueden estar equivocadas siempre.

Regla número tres. Ojo con las opiniones que halagan tu autoestima porque esa es la mayor debilidad humana frente al conocimiento, empezando por el hecho de que los humanos se sienten el centro del universo.

A esta regla yo la complementaría con una observación. François de la Rochefoucauld (1613-1680) dijo que nadie puede resistirse al elogio, que si se quiere dominar a alguien, elógielo.

Cuarta regla. Mantente alerta a los miedos que se esconden tras tus opiniones. Las opiniones, como la magia, son creencias construidas para combatir algún tipo de miedo, a su vez una forma de ignorancia ante los propios riesgos, por la propia debilidad y por las fortalezas de otros.

Estas cuatro sencillas reglas (beneficio de la duda y tolerancia, lee y escucha a los contrarios, resistencia el elogio y husmear los propios miedos), son de una extrema actualidad dado el estado del debate que estremece a la república. Los extremos (apoyadores y críticos incondicionales) son poderosos. Unos porque tienen el poder como lo tenía el priismo profundo; otros, porque tienen dinero y recursos sobrados.

Dándole un matiz empírico a las cuatro reglas, el gobierno del Presidente López Obrador (y los poderes acaparados por Morena y los amigos del presidente) no tiene ni toda la razón ni está completamente equivocado.

La virtud está en la esperanza de que se reconstruya a la república de raíz (estado de derecho, fin de la impunidad y la corrupción, una economía dinámica y autosustentable y el fin de la pobreza y la desigualdad). Todavía no se ha hecho nada en realidad, pero seis meses de gobierno es poco tiempo para mostrar cambios de la profundidad que esperamos.

Los errores son muchos y cotidianos. Las decisiones atrabancadas; la democracia de la mano alzada, a lo que con cinismo se le llama democracia; el ataque a los órganos autónomos del Estado; las mañaneras como liturgia religiosa que erosiona al Estado laico; el juego que se le ha dado a las iglesias; comparar a los pobres con mascotas; el subejercicio de 140 mil millones de pesos (ahorros le llaman ellos), sobre todo del sector salud (lo que recrudece el desamparo de millones de enfermos pobres) y, después de una larguísima lista de desatinos e insensateces, la polarización de la república separando a la sociedad mexicana en pueblo bueno y traidores, progresistas y conservadores, en chairos y fifís.

Me abstengo de clasificar el sometimiento migratorio ante los Estados Unidos como éxito o error porque tienen razón los que aplauden que se evitó un enfrentamiento muy desigual en que seguramente saldríamos perdiendo; pero también tienen razón los que dicen que ese éxito tuvo como costo la humillación nacional ante el cretino presidente Trump.

También dejo por fuera ese tópico porque para evitar otras humillaciones es necesario diseñar un proyecto nacional de largo plazo que lleve a la república a la Nueva Independencia.

A seis meses del nuevo gobierno todavía no sabemos para dónde va la república. En ese marco, el debate responsable (sin los elogios ridículos y los ataques extremos) será ingrediente central para definir un rumbo que haga probable la meta de una nación republicana, pacífica, progresista, generosa y de ciudadanos libres.

 

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