Dice el Presidente que lo ofende que lo comparen con Carlos Salinas de Gortari. Pero la cosa está en que si algo camina como pato, grazna como pato y nada como pato, entonces no es un ganso, es un pato… La máxima es: si no quieres que te comparen con él, no te comportes como él. Veamos nada más tres puntos cruciales de comparación:
- Recortes. A Salinas De Gortari le decían “Salinas Recortari” porque le metió mucha tijera al presupuesto. En el gobierno de Andrés Manuel hay un “subejercicio” de 140 mil millones de pesos, la mayor parte en el sector salud, lo que ha provocado grandes problemas a las personas que se atienden en ese instituto, la inmensa mayoría, pobres que no les queda de otra.
- Despidos. En el gobierno de Carlos Salinas se acentuó la tendencia de despido masivo de personal que inició en el gobierno de Miguel de la Madrid (el iniciador de la ahora llamada era neoliberal). El despido de miles o cientos de miles de empleados del sector público en este gobierno está adquiriendo visos de tragedia. Los corridos no son altos funcionarios, sino personal de base o de puestos medios y bajos que no tienen más recursos que ese trabajo que han desempeñado (bien o mal, porque así funciona el Estado mexicano) durante décadas, muchos de ellos a punto de jubilarse.
- Asistencialismo electorero. Carlos Salinas (y todos los presidentes hacia atrás y hacia adelante, hasta Peña Nieto) uso el asistencialismo como arma electoral y de promoción personal. En aquel sexenio se creó Solidaridad, un programa de gobierno que repartió mucho dinero, enriqueció a muchos funcionarios y que no sacó de la pobreza a un solo pobre. Ahora (acudiendo al manto justiciero, igualito que antes), se dan becas miserables (atenidos al principio de que es mejor eso que nada) a 19.5 millones de personas. Es indiscutible que muchos de esos ancianos y discapacitados (no todos) reciben ese exiguo subsidio como una tabla de salvación para el hambre que campea en la república, pero es también indiscutible, primero, que hay mejores mecanismos para combatir la pobreza (véase el proyecto que publicamos en http://vicamswitch.mx/edicion-impresa/ Número 76) y, segundo, que si por cada subsidio otorgado se obtienen dos votos, Morena tendrá asegurados 40 millones de votos para poder elegir a gusto a su reciclada clase política.
Son tres aspectos en los que el “neoliberalismo” de Salinas de Gortari no se distingue del… (¿del qué?) proyecto de Andrés Manuel López Obrador.
Parece ser que la Cuarta Transformación no es, como nos han querido hacer creer, el paso siguiente de la Independencia, la Reforma y la Revolución, sino la cuarta transformación del neoliberalismo a la mexicana cuyas etapas son las siguientes: primera, su surgimiento con Miguel de la Madrid; segunda, su consolidación con Salinas y Zedillo en la que se llevaron a cabo las privatizaciones, la apertura comercial y la restructuración del Estado; tercera, la acentuación de los aspectos más perversos del experimento mexicano: la corrupción, la concentración de la riqueza, el deterioro del estado de derecho y su corolario, la violencia y el crimen, todo ello recrudecido en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña y, la CUARTA TRANSFORMACIÓN, el intento (vergonzante, porque se dice que es lo contrario) de recuperación del proyecto original, un neoliberalismo sobre bases más “sanas” porque la corrupción, la desigualdad, la pobreza y el deterioro del estado de derecho lo podrían llevar a su verdadero fin.