Mientras el país se desgarra por la violencia, la clase política mexicana está (como siempre) alegremente montada en un vulgar sainete en el que todos fingen que les preocupa la nación con el único propósito de cubrir sus verdaderos intereses: el poder y sus privilegios. Lo que antes les parecía mal, ahora les parece bien o magnífico; lo que antes estaba bien, ahora es deleznable. El Presidente se dedica a perder el tiempo denostando a los opositores ante la complacencia de sus incondicionales; la oposición partidaria y sus huestes, cegados por la pérdida de algunos privilegios (no todos, porque lo principal sigue intacto), se dedican a atacar al Presidente.
El vulgar sainete sería un teatro de vodevil (ligero, divertido y relajiento), si no fuera trágico. Por desgracia, al final tendremos el mismo país de siempre: ricos riquísimos y pobres pobrísimos; millones de niños desnutridos condenados a la marginalidad y élites hartas de todo, menos de dinero y de poder. Mientras tanto, la sangre seguirá corriendo a raudales.
La barbarie se está normalizando entre los mexicanos. Tomo un párrafo de Jesús Silva Herzog Márquez (Reforma, 11 de noviembre) que le sirve de introducción al desgarrador poema que David Huerta escribió para Ayotzinapa, pero que ilustra el virtual holocausto en el que está el país.
Dice Silva Herzog Márquez: “El siglo XXI ha sido para México una transición a la barbarie. El estrangulamiento de los espacios de convivencia, una renuncia a la comprensión del otro. Y la violencia en el centro. No cualquier violencia. Una violencia horrenda, brutal, casi inconcebible. La crueldad se ha convertido en un espectáculo, en un rito, en un mensaje. Aquí se escribe con cadáveres. Esa es la siniestra caligrafía de nuestro tiempo. Los avisos aparecen en huesos dispersos y en cenizas; en cuerpos colgados, en muertos sin cabeza, en las sombras de los desaparecidos, en las fosas escondidas. La violencia es más que un instrumento. No se trata simplemente de eliminar al otro, se trata de convertir un cuerpo triturado en símbolo de un reino. Más que un rudo medio para lograr un fin, la violencia mexicana de este tiempo impone su locura como lógica. Lo atroz no se subordina a lo rentabilidad. Por eso no se avanza mucho si se piensa en la mecánica empresarial de los violentos que utilizan las armas para desarrollar un negocio. La violencia ha dejado de ser un medio para convertirse en la afirmación misma”.
Ayotzinapa
David Huerta
2 de noviembre de 2014. Oaxaca.
Mordemos la sombra
Y en la sombra
Aparecen los muertos
Como luces y frutos
Como vasos de sangre
Como piedras de abismo
Como ramas y frondas
De dulces vísceras
Los muertos tienen manos
Empapadas de angustia
Y gestos inclinados
En el sudario del viento
Los muertos llevan consigo
Un dolor insaciable
Esto es el país de las fosas
Señoras y señores
Este es el país de los aullidos
Este es el país de los niños en llamas
Este es el país de las mujeres martirizadas
Este es el país que ayer apenas existía
Y ahora no se sabe dónde quedó
Estamos perdidos entre bocanadas
De azufre maldito
Y fogatas arrasadoras
Estamos con los ojos abiertos
Y los ojos los tenemos llenos
De cristales punzantes
Estamos tratando de dar
Nuestras manos de vivos
A los muertos y a los desaparecidos
Pero se alejan y nos abandonan
Con un gesto de infinita lejanía
El pan se quema
Los rostros se queman arrancados
De la vida y no hay manos
Ni hay rostros
Ni hay país
Solamente hay una vibración
Tupida de lágrimas
Un largo grito
Donde nos hemos confundido
Los vivos y los muertos
Quien esto lea debe saber
Que fue lanzado al mar de humo
De las ciudades
Como una señal del espíritu roto
Quien esto lea debe saber también
Que a pesar de todo
Los muertos no se han ido
Ni los han hecho desaparecer
Que la magia de los muertos
Está en el amanecer y en la cuchara
En el pie y en los maizales
En los dibujos y en el río
Demos a esta magia
La plata templada
De la brisa
Entreguemos a los muertos
A nuestros muertos jóvenes
El pan del cielo
La espiga de las aguas
El esplendor de toda tristeza
La blancura de nuestra condena
El olvido del mundo
Y la memoria quebrantada
De todos los vivos
Ahora mejor callarse
Hermanos
Y abrir las manos y la mente
Para poder recoger del suelo maldito
Los corazones despedazados
De todos los que son
Y de todos
Los que han sido.
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