En el Sermón de la Montaña (Mateo, 5) Jesús dice a sus seguidores: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados… Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
A los bienaventurados que luchan por justicia y paz, podríamos agregar (dos mil años después) a los que luchan por conservar el planeta, establecer una relación armónica entre la vida social y la naturaleza y los que buscan un desarrollo que pueda llamarse realmente humano: libre de explotación, discriminación, segregación, humillación y pobreza.
Como un pequeño avance en ese sentido, resumo la propuesta de un numeroso grupo de científicos y académicos de Holanda (https://bit.ly/3cA46Jv):
1. Abandonar el crecimiento del PIB como medida central y dividir las actividades entre las que deben crecer (educación, salud, energía limpia, entre muchas otras) y las que deben decrecer (petróleo, gas, minería, publicidad, entre otras).
2. Establecer un ingreso básico universal y una política social redistributiva (sistema de impuestos progresivos, reducción de las jornadas de trabajo, etc.).
3. Impulsar la agricultura regenerativa basada en la conservación de la biodiversidad, en la producción local sustentable y mayormente vegetariana.
4. Reducción drástica del consumo y del consumismo.
5. Cancelación de las deudas a nivel mundial de trabajadores, propietarios de pequeños negocios y de los países pobres.
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