Dijo Andrés que en un siglo no se había insultado tanto a alguien de su rango como a él. Se ve que quiere ganar en todo. Resulta que, en materia de insultos, se quedan cortos, junto a su persona, Álvaro, Plutarco, Emilio, Pascual, Abelardo, Lázaro, Manuel, los dos Migueles, los dos Adolfos, Gustavo, Luis, José, Carlos, Ernesto, Vicente, Felipe y Enrique.

Ni modo de pedirle que nos diga de dónde obtuvo el dato o si algún ocioso haya hecho el recuento de los insultos.

Lo que sí recuerdo es que en los primeros ochentas hubo una gran manifestación en el Zócalo de la Ciudad de México en la que a coro se gritaba: “Paloma Cordero, tu marido es un culero”. Ese día, el buen Miguel se echó a la bolsa unos treinta o cuarenta mil insultos.

A Carlos, el Pelón Orejón, le decían “Recortari” nada más porque hizo muchos recortes al presupuesto…

Ernesto mereció la publicación en El Reforma de una página entera con insultos en caricatura. Ahí les van dos ejemplos: “¿Por qué le dicen La Paloma? Porque siempre la caga” y “¿Por qué le dicen en perro? Porque no entiende más que a periodicazos”.

Aunque Vicente y Felipe siguen sufriendo el escarnio popular, no creo que hayan superado a Enrique, al que de pendejo no se le bajaba…

Después de quejarse de los insultos, Andrés dijo que, con su viaje a ver a Donald, sus adversarios empezaron a “vociferar”.

Quiero saber: ¿Vociferar es un insulto? Porque si lo es, hay otro dicho popular:

El que se lleva, se aguanta

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