Efectivamente, como dijo el presidente en el informe de ayer citando al INEGI, bajó la pobreza general, pero no dijo que aumentó la pobreza extrema. A eso hay que añadirle que 50 millones de mexicanos no tienen acceso a servicios de salud (en el 2018 eran 20 millones en esa condición).
Vaya usted a cualquier hospital público y verá las pésimas condiciones en que se encuentran: falta de equipo y de medicinas, tardanza en las citas, aunque sean de urgencia, aglomeración y deterioro de las condiciones físicas de los hospitales…
Si el paciente es rico, o es un privilegiado, como el presidente y su familia, y acude a hospitales para ricos, puede llevarse la impresión de que ningún país tiene servicios tan buenos, pero ese sector no llega ni al 10% de la población.
Entonces, ¿qué tanta desfachatez, de cinismo, de insensibilidad, de falta de empatía con el dolor ajeno se necesita para decir, sin parpadear, la mentira de la que México tiene un sistema de salud mejor que Dinamarca?