Los árboles endémicos de la franja desértica y semidesértica de Sonora son el saguaro, la pitahaya, el mezquite, el palo fierro y el palo verde… A esos árboles no se les debe regar, o al menos no se deben regar con frecuencia, porque el exceso de agua debilita sus raíces y cualquier tormenta los derriba. Su fortaleza proviene del esfuerzo por enraizar.
Es lo mismo con los partidos políticos. Aquí en México, son organizaciones de invernadero, regadas profusamente por el dinero público. Simulaban tener militantes. No es extraño, por tanto, que la tormenta política del 2018 haya barrido con ellos y que ahora la nación esté de regreso al autoritarismo.
El presidente, que usa el poder presidencial para destilar odio en contra de sus adversarios (¡qué bueno que la venganza no es lo suyo!), cree que con eso fortalece a su partido, pero no sabe (o si lo sabe, no le importa) que el partido único o dominante siempre degenera en un órgano del gobierno para la administración de apoyos y candidaturas… Eso era el PRI y en eso se convertirá Morena.
Los desprestigiados partidos políticos que tenemos (incluyendo el que está en el poder y a los sinvergüenzas, baquetones, malvivientes y vividores que han rescatado para mayor afrenta a la decencia) carecen de ideología, de programas y de proyecto de nación. Lo único que los mueve es el dinero público.